Irrestricta libertad y apertura en los medios de comunicación masiva son dos condiciones necesarias de una democracia funcional y sana. La democracia mexicana tiene dos quistes malignos que deben ser removidos si esta quiere desarrollarse fuerte y vigorosa. Las dos únicas cadenas televisivas y sus medios satélite se han convertido en un lastre enorme para la nave de la democracia en México.
El diagnóstico
del movimiento #YoSoy132 expresado a través de sus consignas callejeras no
puede ser más acertado “El pueblo informado, jamás manipulado”. La tesis es
simple, el cuello de botella informativo que existe en México debe ser
aniquilado. En estos días próximos los estudiantes de diversas universidades,
públicas y privadas deliberan cuales serán sus propuestas y demandas con
respecto a este tema.
Se ha hablado
vagamente de ciertas medidas, unas inmediatas y otras de mediano plazo y de
consecuencias poco claras para el avance de esta agenda social y política de la
más alta legitimidad. Se ha propuesto la creación de una comisión de los
derechos del televidente y de exigir que las cadenas televisivas transmitan el
debate presidencial del 10 de junio en cadena nacional. En mi opinión ambas
medidas son deseables y necesarias, sin embargo insuficientes.
El principal
problema que enfrentamos es la falta de visiones informativas y editoriales que
contrasten y complementen la información transmitida a través de los noticieros
y programas de análisis político y social de Televisa y TV Azteca. Esta
hiperconcentración hace que el criterio de un puñado de personas sea capaz de
manipular los contenidos, enfoques e incluso encuadres televisivos en favor de
intereses comerciales y políticos que por su naturaleza privada y empresarial
carecen de representatividad y legitimidad democrática.
El acceso a la
información es un derecho fundamental que en la democracia Mexicana está
seriamente limitado por un par de hombres: Emilio Azcárraga Jean y Ricardo
Salinas Pliego. Ambos han demostrado una cínica y arrogante voluntad de control
sobre los contenidos y enfoques informativos que hoy se vuelve insoportable. El
duopolio televisivo tiene los días contados.
La solución de
sentido común es la apertura del mercado televisivo a la competencia. Dicha
posibilidad ha estado muy cerca de concretarse en el pasado reciente.
Recordemos que la familia Saba, de empresarios farmacéuticos, había conseguido
llegar a un acuerdo con Univisión para la puesta en marcha de un proyecto
televisivo alternativo. Sin embargo el musculo de la televisión no se hizo
esperar y las televisoras comenzaron una guerra mediática contra los intereses
comerciales de los Saba. Su presión periodística y su cabildeo lograron echar
por tierra las aspiraciones de los empresarios. Sin duda la apertura del
mercado a otros jugadores será una lucha feroz y encarnizada.
Sin embargo, ya
existen pequeños oasis de relativa competencia televisiva en el país. Me
refiero concretamente a la ciudad de México, donde los canales del duopolio se
enfrentan a una creciente competencia por audiencias por parte del canal Once y
el canal 22. Ambos financiados con dinero público. Desgraciadamente dichos
canales tienen un alcance meramente regional y sus señales no le llegan al
grueso de los mexicanos.
Ambas
televisoras han alcanzado una madurez considerable y el Once, especialmente, ha
demostrado ser fuente de producciones y contenidos de alta calidad que podrían
muy bien competir por ciertos nichos de mercado a nivel nacional, así como dar
una visión complementaria de los asuntos de interés público para los mexicanos.
Entonces, si ya existen en México un par de opciones televisivas de calidad y
con visiones relativamente más plurales e incluyentes ¿Cuáles son las razones
por las que el Estado mexicano no ha impulsado la ampliación nacional de sus
transmisiones?
Me aventuro a
decir que la respuesta es la misma. Los intereses de las televisoras privadas
se han impuesto sobre el interés público nacional y los políticos mexicanos no
han tenido las ganas y/o el valor de enfrentarlos. Ampliar a nivel nacional la
cobertura de ambas señales televisivas es un asunto relativamente barato y
técnicamente sencillo que podría tomar unos cuantos meses en materializarse.
Desconozco los
detalles legales alrededor de dicho tema. Sin embargo mi sentido común me dice
que si el Estado mexicano ejerce el derecho que la constitución le confiere
como legítimo dueño de los medios de comunicación, podría muy bien lograr muy
rápidamente que la red de repetidoras de los canales privados retransmita las
señales de ambos canales, iniciando así, de un plumazo la era de la competencia
televisiva en México.
Esta sin duda,
podría ser una demanda alcanzable y de un alto impacto sobre las bases del
poder monopólico del cartel televisivo. Me gustaría proponer al movimiento
#YoSoy132 la inclusión de dicha demanda en su agenda. Esta sencilla medida
daría una estocada simbólica a la imagen de infalibilidad y poder absoluto de
las televisoras.
Es más, los
chavos de #YoSoy132 podrían proponer una medida complementaria de más impacto
político y simbólico que sólo necesita de la voluntad presidencial. En Australia,
país en donde resido actualmente, el gobierno federal decidió el año pasado que
estaba en su interés nacional construir el sistema de banda ancha del país, los
australianos decidieron que esta empresa debería ser una iniciativa estatal,
para eso emitieron un decreto de expropiación parcial de la red de
telecomunicaciones del país. La solución
australiana fue la de expropiar las repetidoras, redes de cableado y postes de
las pocas empresas que controlaban el mercado, volviendo al estado el
administrador de la red. Así los costos de conexión a la red serían regulados
en favor de los intereses de desarrollo de la nación.
Si los chavos
de #YoSoy132 piensan en grande, grandes deberían ser sus demandas y propuestas.
Si tienen éxito, quizás no sólo el mercado televisivo sino hasta el telefónico
podrían cimbrar.
#YoSoy132