Caminábamos
rápido por un parque, nos habíamos separado del grupo. Éramos dos niños y dos niñas.
Rondábamos los 16 años. La chaparrita era la autora de mis desvelos. Por esos días
estaba volando bajo por una ruptura amorosa.
Yo era un
grado abajo y siempre atribuí la falta de interés a mi inmadurez. Me armé de
valor, hice un avance. Ella lo reconoció, detuvo su andar, se acercó a mi
entornando las cejas con interés. Mi corazón iba a toda velocidad. Me quedé frío.
Mientras se
acercaba estiró su mano y me dijo: Ven. Yo me acerqué titubeante. Tocó mi
cabello con detenimiento y luego pasó sus dedos por mi cara. Pensó un momento,
reanudo el andar. Al hacerlo me dijo: Pues no eres tan indio, tu pelo es
quebrado y ya veremos si te sale bien la barba.
Mi corazón
se detuvo.